Warren Buffett no nació millonario. Pero desde chico mostró una intuición aguda para los negocios, una disciplina poco común y una relación casi obsesiva con los números. A los seis años —cuando la mayoría de los chicos están pensando en jugar— él ya estaba vendiendo paquetes de chicles por su barrio. Era apenas el comienzo de un camino que lo llevaría a convertirse en uno de los inversionistas más respetados del planeta, con una fortuna que hoy supera los 150.000 millones de dólares.
Pero su historia tiene un giro fundamental: su primer gran error. Un tropiezo que, lejos de frenarlo, le enseñó las tres reglas que marcarían toda su carrera.
Los primeros negocios: intuición, curiosidad y reinversión
Antes de ser “el Oráculo de Omaha”, Buffett fue un chico con una mezcla poderosa: curiosidad por el dinero y facilidad para los números.
- Vendía chicles comprados a su abuelo.
- Repartía Coca-Colas con una ganancia de 5 centavos cada seis botellas.
- Recolectaba pelotas de golf usadas para revenderlas.
- Vendía maní y pochoclos en los partidos de la Universidad de Omaha.
Estas actividades no solo le permitieron ahorrar: entrenaron su mente para detectar oportunidades y comprender la importancia de acumular y reinvertir ganancias, una lógica que se volvería central en su filosofía de inversión.
Su primera inversión en la bolsa —y el error que nunca olvidó
A los 11 años, un libro cambió todo: “One Thousand Ways to Make $1000”. Inspirado por ese título, Buffett decidió entrar a la bolsa. Había ahorrado 120 dólares, una suma enorme para un niño en 1942.
Compró tres acciones de Cities Service Preferred a $38,25 cada una. Incluyó a su hermana Doris como socia. Pero pronto el precio cayó a $27, y el miedo —sumado a los comentarios persistentes de su hermana— empezó a pesar.
Cuando la acción subió apenas a $40, Buffett vendió. Ganó algunos dólares. Y luego vio cómo el precio se disparaba a $202.
Ese día sintió por primera vez el golpe emocional del mercado. Pero esa frustración se transformó en los tres principios que definirían su carrera.
Las lecciones que lo convirtieron en Warren Buffett
De aquella operación sacó tres reglas que hoy siguen vigentes en Berkshire Hathaway:
- No obsesionarse con el precio de entrada.
El costo inicial no es tan importante como el valor a largo plazo. Vender temprano lo privó de multiplicar por cinco su inversión. - Nunca vender por una ganancia pequeña.
La impaciencia es el peor enemigo del inversor. Buffett entendió que las grandes recompensas aparecen cuando se deja actuar al tiempo. - No invertir el dinero de otros sin absoluta confianza
Involucrar a su hermana Doris le sumó presión emocional. A partir de ese momento, estableció una regla personal: solo manejar dinero ajeno cuando esté seguro de las probabilidades de éxito.
Estas tres lecciones, simples pero profundas, se convirtieron en los cimientos de su filosofía de inversión basada en paciencia, análisis y valor intrínseco.
El descubrimiento del interés compuesto: la idea que lo obsesionó
El concepto que terminaría por moldear su vida apareció también temprano: el interés compuesto. Fascinado por la idea de que el dinero pudiera crecer de forma acelerada al reinvertirse, comprendió que su mayor aliado no era el talento, sino el tiempo.
Esa lógica es la que aplicó durante décadas:
invertir → reinvertir → esperar → multiplicar.
Bajo este modelo, transformó a la textil Berkshire Hathaway en un gigante con presencia en seguros, energía, transporte, retail y más. Todo a partir de decisiones guiadas por filosofía, no impulsos.
Hoy, con 95 años, sigue siendo un referente global.

Qué podemos aprender
- El primer error no te define, pero te puede enseñar más que cualquier acierto. Buffett no se convirtió en Buffett por evitar errores, sino por analizarlos sin ego.
- La paciencia es una ventaja competitiva. En un mundo obsesionado con el corto plazo, los que saben esperar suelen capturar las mejores oportunidades.
- La reinversión es más poderosa que la ganancia inmediata. Ingresar dinero rápido no te vuelve rico. Reinvertirlo de forma consistente, sí.
- Tomar decisiones bajo presión ajena es peligroso. Si manejás dinero o proyectos con otros, necesitás convicción. Sin eso, el ruido externo puede arruinar una buena estrategia.
Reflexión final
La historia de Buffett no es solo la historia de un chico vendiendo chicles, ni la de un joven que se arrepintió de vender muy temprano. Es la historia de cómo un error aparentemente pequeño puede marcar una vida entera.
Su camino demuestra algo esencial: todos cometemos errores, pero solo algunos los convierten en principios que transforman su destino.